La leyenda de las niñas de Chalma danzantes es poco conocida, pero es igual de interesante que La leyenda de los compadres de Piedra.
Las Niñas de Chalma Danzantes
En los caminos que llevan al santuario del Señor de Chalma, aún se cuentan historias que parecen susurrar entre los cerros y las flores del camino. Una de ellas es la antigua leyenda de Las Niñas de Chalma, un relato que ha pasado de generación en generación entre los peregrinos y los pobladores del lugar.
Se dice que, hace muchos años, un grupo de pequeñas danzantes —conocidas como Pastorcitas o Danzas— emprendió su camino hacia Chalma durante la gran fiesta del mes de mayo, cuando los pueblos de Iztapalapa, Coyoacán y Tlaxcala acudían a rendir tributo al Señor de Chalma. Bailaban al ritmo de tambores y flautas, entre risas y devoción, acompañadas por otros grupos como los Vaqueros, Santiagos, Moros y Hormiguitas.
El sol avanzaba y el cansancio comenzó a pesar sobre una de las niñas. Agotada, se detuvo y rompió en llanto, negándose a seguir bailando. Sus compañeras, molestas, siguieron su danza. Pero justo en ese momento —cuenta la leyenda—, Dios las encantó en el cerro. Desaparecieron de la vista de todos, y jamás regresaron.
Cuando los padres de las niñas lloraban su pérdida, el Señor de Chalma se les reveló en sueños. Les habló con ternura y les dijo:
“No lloren, porque sus hijas se quedan conmigo. Eran de buen corazón. Cada año, cuando regresen a visitarme, las verán danzar sobre el cerro al mediodía. Así sabrán que viven aquí, conmigo, bailando para siempre”.
Desde entonces, se dice que en las peregrinaciones de mayo, a mediodía, algunos afortunados pueden ver sobre los cerros las siluetas danzantes de las niñas, girando entre la luz del sol y el viento sagrado de Chalma.
Una historia que recuerda la fe, el sacrificio y la profunda conexión espiritual entre los peregrinos y el Señor de Chalma.
Una leyenda que, más que miedo, deja una enseñanza: quien baila con devoción, no muere… solo se transforma en parte del milagro.
